La seguridad pública según Massuh
DEFINICIÓN. “La policía formada, capacitada, es la policía que se necesita hoy y es la policía del futuro”, dice Héctor Massuh, jefe de la Policía de la Provincia.julio blanco
El comisario general, Héctor Massuh, está conforme con el desempeño de la fuerza.
Es lo primero que se advierte ni bien se inicia la charla.
Lo otro es la satisfacción porque el camino de la profesionalización no tiene regreso. Más adelante, se mostrará animado por el trabajo en equipo que derivará de la puesta en marcha del Código Procesal Penal.
Sobre la problemática del delito advierte que “el Estado no va a suplir la falta de contención familiar”, más allá de que promueva una acción coordinada del conjunto del sector público.
Nacido en Concordia, en 1954, el comisario general Héctor Massuh ha heredado de su padre la profesión de policía y piense legarla en uno de sus cuatro hijos, tres de los cuales son estudiantes universitarios. Se entrega a la charla con EL DIARIO con la amabilidad y la disponibilidad con que se comparte el mate, sin apuros. Acaso el Jefe de Policía no sea hombre de pensamientos complejos, pero tiene ideas claras y las sostiene. Habrá que acordar que hay un camino sin regreso dentro de la institución, que se acomoda lentamente a los tiempos que corren. La profesionalización de la fuerza tiene vertientes: abandonar la estrategia del apremio ilegal en la investigación, avanzar hacia la aplicación y manejo de nuevas tecnologías, encontrar un lugar de realización como auxiliares de la Justicia y ser conscientes de la labor precisa que les compete ante una protesta social, son caras de un tetraedro, que sin dudas tomó otra dimensión, distinto volumen a partir de la presencia de la Uader en la formación de las nuevas camadas de oficiales principales. “Mi infancia fue feliz y no teníamos tanto”, repasa, fugazmente nostálgico, cuando se le pregunta por la vida que sus hijos tienen por delante. “Ellos se asoman a una sociedad difícil, por eso uno los incentiva a que estudien aunque tampoco se pueden quedar con eso”, plantea. “La sociedad es más competitiva en todos los órdenes, si uno no está preparado es complicado establecerse con una familia”, estima. “Al mismo tiempo, la demanda de los jóvenes son superiores a las nuestras a su misma edad”, acepta. Después sostendrá su tesis respecto a que la integración de familias que contengan a los jóvenes, que les ayuden a levantar la mira de los objetivos, que los incorporen a la tarea de imaginar y fijarse metas más humana, modos de convivencia menos virulentos e individualistas, son un buen comienzo para resolver los problemas de inseguridad. El principio, como se verá, es de aplicación universal porque la delincuencia no reconoce una determinada clase social sino que las atraviesa a todas por igual. De su mano, otra proposición: que la problemática deje de ser un asunto de jueces, fiscales, policías y carceleros y sea abordado integralmente por todas las áreas del Estado.“El delito tiene muchas causas”, advierte antes de añadir que “generalmente uno está acostumbrado a escuchar que se resume la problemática de la seguridad en la Policía o en la Justicia”. Allí nomás, expresa que “la inseguridad es un cúmulo de circunstancias que se van dando desde la niñez y hasta la adolescencia: nosotros nos topamos con el producto terminado, pero el proceso que los lleva a tener conflicto con la ley es largo, son muchos los pasos previos”. Para Massuh, “en la seguridad intervienen muchos factores: la educación, lo socio-laboral y hasta la urbanización porque no es lo mismo criarse en un lugar con espacio para el esparcimiento donde pueda compartir o involucrarse en programas de deportes o en las artes”. El comisario general se anima. “Esto ya ha sido comprobado en otros países, no es caprichoso”. Y agrega. “En el mismo sentido, combatir la deserción escolar es importante porque si el chico no está en la escuela está en la calle”. De pronto advierte que se trata de una batalla cultural. “Al mismo tiempo, nuestra sociedad incentiva a los jóvenes a tener lo último, muchas veces fuera del alcance y eso opera, sin dudas”.
Nacido en Concordia, en 1954, el comisario general Héctor Massuh ha heredado de su padre la profesión de policía y piense legarla en uno de sus cuatro hijos, tres de los cuales son estudiantes universitarios. Se entrega a la charla con EL DIARIO con la amabilidad y la disponibilidad con que se comparte el mate, sin apuros. Acaso el Jefe de Policía no sea hombre de pensamientos complejos, pero tiene ideas claras y las sostiene. Habrá que acordar que hay un camino sin regreso dentro de la institución, que se acomoda lentamente a los tiempos que corren. La profesionalización de la fuerza tiene vertientes: abandonar la estrategia del apremio ilegal en la investigación, avanzar hacia la aplicación y manejo de nuevas tecnologías, encontrar un lugar de realización como auxiliares de la Justicia y ser conscientes de la labor precisa que les compete ante una protesta social, son caras de un tetraedro, que sin dudas tomó otra dimensión, distinto volumen a partir de la presencia de la Uader en la formación de las nuevas camadas de oficiales principales. “Mi infancia fue feliz y no teníamos tanto”, repasa, fugazmente nostálgico, cuando se le pregunta por la vida que sus hijos tienen por delante. “Ellos se asoman a una sociedad difícil, por eso uno los incentiva a que estudien aunque tampoco se pueden quedar con eso”, plantea. “La sociedad es más competitiva en todos los órdenes, si uno no está preparado es complicado establecerse con una familia”, estima. “Al mismo tiempo, la demanda de los jóvenes son superiores a las nuestras a su misma edad”, acepta. Después sostendrá su tesis respecto a que la integración de familias que contengan a los jóvenes, que les ayuden a levantar la mira de los objetivos, que los incorporen a la tarea de imaginar y fijarse metas más humana, modos de convivencia menos virulentos e individualistas, son un buen comienzo para resolver los problemas de inseguridad. El principio, como se verá, es de aplicación universal porque la delincuencia no reconoce una determinada clase social sino que las atraviesa a todas por igual. De su mano, otra proposición: que la problemática deje de ser un asunto de jueces, fiscales, policías y carceleros y sea abordado integralmente por todas las áreas del Estado.“El delito tiene muchas causas”, advierte antes de añadir que “generalmente uno está acostumbrado a escuchar que se resume la problemática de la seguridad en la Policía o en la Justicia”. Allí nomás, expresa que “la inseguridad es un cúmulo de circunstancias que se van dando desde la niñez y hasta la adolescencia: nosotros nos topamos con el producto terminado, pero el proceso que los lleva a tener conflicto con la ley es largo, son muchos los pasos previos”. Para Massuh, “en la seguridad intervienen muchos factores: la educación, lo socio-laboral y hasta la urbanización porque no es lo mismo criarse en un lugar con espacio para el esparcimiento donde pueda compartir o involucrarse en programas de deportes o en las artes”. El comisario general se anima. “Esto ya ha sido comprobado en otros países, no es caprichoso”. Y agrega. “En el mismo sentido, combatir la deserción escolar es importante porque si el chico no está en la escuela está en la calle”. De pronto advierte que se trata de una batalla cultural. “Al mismo tiempo, nuestra sociedad incentiva a los jóvenes a tener lo último, muchas veces fuera del alcance y eso opera, sin dudas”.
PUNTOS CLAVES.-
¿Se puede establecer un mapa del delito en la provincia?-
Por regiones sí, no por departamentos.
La problemática de Paraná es típica de las ciudades grandes. Lo mismo pasa en Concordia, Concepción del Uruguay, Gualeguaychú y Gualeguay.
En las ciudades más grandes la mayor incidencia la tiene el delito contra la propiedad.
En realidad, tenemos índices muy bajos según un estudio que hemos hecho en comparación con otros lugares del país. Pero, no obstante eso, los incidentes de este tipo generan cierta inestabilidad vinculada a la sensación de inseguridad. Lo más frecuente es el arrebato, que es un delito excarcelable.
A veces esas situaciones producen el malhumor de la gente, no tanto por el valor de lo que le sustraen sino por la documentación perdida que deben volver a tramitar y, en el caso de las personas mayores, sucede que a veces se aferran a su cartera, resisten, y terminan sufriendo daños físicos cuando los tiran al piso.
Es un problema que estamos tratando de atacar: hemos distribuido personal por la ciudad y eso nos ha dado muy buenos resultados.-
La violencia en la comisión de delitos es otra marca propia de las ciudades grandes...- Por suerte nosotros no tenemos tantos asaltos seguidos de muerte o con personas heridas. Con trabajo, prácticamente la hemos reducido al mínimo. Ahora, cuando se presenta la violencia, advertimos la intervención de un factor que desestabilizó la metodología del delito, que es el consumo de drogas, incluyendo entre ellas al alcohol. Hoy podemos decir que, en ese aspecto, Paraná es una ciudad completamente segura donde en cualquier día de la semana los ciudadanos de cualquier edad pueden circular por donde quieran, en distintos horarios de la noche, sin que deban sufrir problemas.-
¿Usted está conforme?-
Entiendo que Entre Ríos es una provincia segura. Se han hecho encuestas y los turistas dicen que eligen la provincia por la belleza de los paisajes y la hospitalidad de la gente, pero también por la tranquilidad que aquí encuentran. Nosotros no tenemos delitos complejos: no hay piratería del asfalto que en otras provincias es un flagelo. Es cierto que nos favorece la geografía provincial, con sólo siete ingresos y salidas, lo que nos permite producir cierres oportunos; pero nosotros hacemos nuestra parte con los operativos y la Dirección de Prevención y Seguridad Vial. -
¿Es más profesional esta Policía si se la compara con aquella en la que revistó su padre? ¿Qué aportes produjo la formación de la Uader?-
Eran distintas sociedades.
En aquel momento no había tanta tecnología como hoy, sin embargo tenían una astucia y un conocimiento de la calle que hoy no es posible por el volumen que han tomado las ciudades. Paralelamente, la problemática social actual es mucho más compleja. Si uno repasa la historia de nuestra institución, aparece que antes había muchos delitos de sangre, algunas violaciones; cuando sucedía un hecho con el empleo de armas de fuego era todo un acontecimiento. Es decir, hasta el delincuente tenía otra forma de operar.
Eso después fue cambiando. El delito estaba como especializado: cada cual se dedicada a algo específico. Con el ingreso de la droga, todo se trastocó y hoy da lo mismo producir un asalto por un par de zapatillas que hacer un arrebato o sustraer un vehículo. La policía también se debió acomodar.
Por eso, vislumbrando lo que puede llegar a venir, decidimos preparar de un modo especial a los policías, a partir de la capacitación universitaria. Mediante un convenio con la Uader, el cursado es obligatorio para los oficiales principales porque, si no obtienen el título de licenciado en Seguridad Pública, no puede ascender al cargo de subcomisario, categoría que ya les permite estar al frente de una comisaría.- ¿Y si no?- Sin el título, ni siquiera es considerado el expediente por las juntas que evalúan año a año su carrera. Al principio, la medida parecía exagerada. Luego se entendió que esta preparación le da otra perspectiva al efectivo y que la cuestión de la seguridad es un asunto sobre el que confluye un sinnúmero de problemáticas, no siempre claras si uno sólo se mueve dentro de un sistema policial. La policía esa, formada, capacitada, es la policía que se necesita hoy y es la policía del futuro.
PERFILES.-
Pareciera que para usted los problemas de inseguridad vendrían a solucionarse con la mayor profesionalización de la policía, con la incorporación de tecnología y la capacidad de manejarla, y paralelamente con el compromiso de todo el Estado, para que nadie piense que el asunto del delito es de estricta incumbencia policial.
¿Se interpreta bien?- Sí, así es. Eso pienso. Yo hablo desde el lugar que ocupo: no quiero introducirme en otros terrenos. La problemática no es sólo policial o judicial, eso está claro. Y, entonces, las otras áreas dentro del Estado deberán adecuarse a esta perspectiva más integral porque es lo que estos tiempos reclaman. Yo entiendo que el sector público debe reaccionar cuanto antes, si no la situación se va a volver mucho más compleja.-
Siempre fue controversial la relación del accionar policial con la norma escrita y con los jueces. ¿En qué situación se está actualmente?- Particularmente, desde que di mis primeros pasos dentro de la fuerza policial tuve en claro que la tarea nuestra es la de ser auxiliares de la Justicia.
Hacia allí debe conducirse la policía, ese debe ser el norte.
De manera que no estamos en veredas separadas, sino en la misma senda.
En este sentido, los jefes departamentales y jefes de comisaría permanentemente tienen reuniones con los jueces de Instrucción, con los fiscales, para compatibilizar criterios y analizar.
Con el nuevo Código Procesal Penal habrá un antes y un después en la investigación criminal.
El trabajo en equipo será la clave del éxito. Nosotros ya estamos guiando a nuestros hombres en el perfeccionamiento por determinados delitos. La relación deberá ser más intensa entre los fiscales y la institución policial, con sus organismos especializados y el equipamiento.-
¿Todos dentro de la fuerza comparten ese criterio? - Si algún funcionario policial tuviera un concepto distinto al que expreso está equivocado.
La sociedad reclama que su seguridad esté garantizada, pero en respeto de los derechos ciudadanos. Nuestra parte en esta problemática es hacerle llegar todos los elementos a la Justicia.-
¿Cómo interviene el consumo de drogas?- Es un flagelo mundial.
Todos los países aportan su propia metodología y destinan muchos recursos a combatirla. Pero es obvio que la lucha es difícil y desigual.
Por eso, más allá de lo que haga el Estado, tenemos que llegar a la familia.
Ahí está la clave, en el diálogo de los padres con sus hijos, en el acompañamiento a los jóvenes sobre todo en las etapas más conflictivas en busca de su maduración. Creo que allí los padres no pueden desentenderse.
El Estado no va a suplir la falta de contención familiar.De nuestro lado, buscamos las mejores maneras de controlar a estos traficantes de muerte, pero es muy difícil.
La peor astilla- ¿Tiene entre sus familiares o amigos críticos acérrimos, que aprovechan una reunión de camaradería o una visita para hacerle señalamientos fuera de horario de trabajo?-
Sí, claro que sí. Lo que pasa es que cuando se es víctima del delito es complicado elaborar el suceso y, para nosotros, explicarlo. Esa es la verdad. La persona afectada se siente impotente y se descarga en la primera oportunidad que tiene, mucho más si se encuentra con alguien que está ocupando un cargo.
En ocasiones, hasta mis propios hijos me señalan cosas y hago lo posible por aclarar. De todos modos, la crítica bien intencionada siempre es bienvenida. Es más, algo no anda bien si todos nos dicen que dicen que todo está bien. Las cosas que se hacen mal, hay que corregirlas.-
La impresión es que de un tiempo a esta parte la policía no se siente conminada a reprimir la protesta social. ¿Hay órdenes específicas en ese sentido?- En principio es una disposición del gobernador de la Provincia, Sergio Urribarri: garantizar que los sectores que así lo decidan puedan manifestar que estar disconformes con tal o cual situación. La policía acompaña. No obstante, estamos atentos a que no se dañe ningún bien o ni se provoque un mal a una persona. La represión es el último recurso, ante una circunstancia muy grave.En el gobierno anterior era igual, la disposición era la misma: acompañar la protesta para que no hubiera ningún desborde. Ayuda a esta conciencia la formación del policía, a partir de una capacitación anual, semi-presencial, que se extiende durante un semestre. Entonces, el policía tiene otra perspectiva del conflicto social. En paralelo, está la decisión política del Gobernador que, claramente, ha indicado que esta es la policía que pretende, más profesional.
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